De las más de 59.000 hectáreas de variedades tintas que hay en Rioja, la graciano representa menos del 2%. Pero lo que ocurre con esta uva de personalidad arrolladora es que un poco puede ser mucho. Os contamos por qué.
Sus principales virtudes son su tremendo color (se dice que es la uva con más polifenoles y resveratrol de Rioja), gran intensidad aromática e increíble acidez. La gama aromática puede ir de las notas herbáceas (a veces marcadamente vegetales) a tonos más oscuros de tinta cuando se va a maduraciones más plenas. La acidez, desde luego, es una bendición en el actual contexto de cambio climático. Un pequeño porcentaje de graciano en una mezcla se puede comparar a un pequeño chute de energía para el vino.
Algunas curiosidades
Se dice que su presencia era muy importante en Rioja antes de que llegara la plaga de la filoxera. En la obra El Médoc Alavés, donde se detallan los primeros intentos para traer las técnicas de elaboración de Burdeos a Rioja Alavesa a mediados del siglo XIX, se la describe como "uva floja, de película blanda, jugo poco azucarado y bastante acidoso", pero con una gran virtud: "la formación del bouquet que desarrollan los vinos de la Rioja Alavesa".
Sin embargo, en 1989 solo quedaban 183 hectáreas en toda la denominación. Por suerte, un estudio realizado en 1996 por el Consejo Regulador favoreció a la graciano frente a la cabernet a la hora de combinarse con la tempranillo.
Los primeros monovarietales de graciano de Rioja datan de la cosecha 1994. Se hicieron en Ijalba, bodega pionera en la recuperación de variedades minoritarias, y en Contino, que durante muchos años elaboró el graciano más famoso de la región. Sin embargo, la exclusiva mundial la tiene una bodega australiana, Brown Brothers, que firmo el primer graciano del que se tiene noticia en los años setenta.
La graciano en Beronia
En nuestra casa, contamos con las dos versiones de la variedad: como uva que participa en el ensamblaje de alguno de nuestros vinos y en solitario dentro de nuestra colección de vinos varietales.
En el primer caso juega un papel en los tintos con mayor capacidad de guarda en los que viene a estar representada en una horquilla del 4% al 6%. Es el caso del Reserva, del Reserva de selección 198 Barricas y del Gran Reserva. En todos ellos la graciano tiene la misión de aportar acidez y complejidad en nariz. Según explica nuestro enólogo Matías Calleja, “trabajamos con gracianos con nervio que se sitúan en graduaciones del 12,5% y que son perfectos para el efecto que buscamos”.
En contraste, el Beronia Graciano busca uvas perfectamente maduras para moderar las sensaciones herbáceas que en ocasiones se pueden hacer demasiado evidentes. Normalmente se elabora con dos parcelas de Rioja Baja, situadas a unos 500 metros de altitud cerca del monte Yerga. Se hace una maceración en frío antes de fermentar para preservar los aromas y se limita el paso por barrica (suele ser roble francés) a ocho meses para que la variedad mantenga el máximo de pureza.
Beronia Graciano es un tinto de producción limitada. La primera añada en el mercado fue 2010, pero no todos los años se consiguen uvas de maduración óptima; de ahí que no se elaborara en una cosecha fresca como 2013 ni en 2014 cuando las lluvias hicieron su presencia en plena vendimia. Pero el 2015 que está actualmente en el mercado es una perfecta tarjeta de presentación para la variedad; un fresco torrente de fruta roja con vibrante acidez y jugosidad. Uno de esos vinos que hacen salivar.